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Análisis

EL RACISMO TIENE QUE ACABAR

Una vez más, el fútbol vuelve a dejarnos un espectáculo lamentable. En una dinámica que se ha repetido a lo largo de toda la temporada, lo sucedido en el Camp de Mestalla no ha sorprendido a nadie. Por recapitular, Vinícius Júnior vivió uno de los episodios de racismo más grandes que se ha visto en esta temporada. Desde la llegada del Real Madrid Club de Fútbol al estadio, la afición del Valencia Club de Fútbol actuó contra el jugador brasileño con violencia racista. Obviamente, no podemos generalizar ni acusar a toda la afición del Valencia ni a toda España de ser racista, pero esta tendencia que se está viviendo en el fútbol tiene que terminar. El racismo se ha instalado en los campos de fútbol, y eso tiene que salir ya del deporte. Podemos hablar de la actitud de Vinícius, podemos hablar de que es una respuesta a las provocaciones y a los insultos... Podemos poner todos los condicionantes sobre la mesa. Pero no podemos mirar a otro lado. Esto tiene que terminar. No sirve de nada que nos llevemos las manos a la cabeza si los organismos pertinentes no interponen sanciones, si los medios de comunicación no condenan y sacan a la luz a todos aquellos que cometen estos lamentables actos, o si no se produce un cambio a nivel social para mejorar la integridad de las personas. No tenemos la mejor solución, por supuesto, pero sí propuestas para cambiarlo. Esto tiene que terminar ya. Por el bien de todos.

LA LOCURA DEL DINERO Y EL DEPORTE

Hemos alcanzado ya en este siglo XXI un estado de locura general en la relación entre el dinero y el deporte. Han salido ya a la venta las entradas para los partidos que van a disputar en la UEFA Champions League el Real Madrid y el Manchester City. Y es, claramente, una locura. Para el primer duelo en el Estadio Santiago Bernabéu, el Madrid ha colocado su entrada más barata en 120 euros... y la más cara, en 450. Unos precios que chocan con los 42 y 77 euros que se han puesto para la vuelta en el Estadio Ciudad de Manchester, y que demuestran que se ha perdido la cabeza con los precios en el fútbol. ¿Cómo es posible que en la sociedad moderna, después de haber pasado una pandemia mundial y la crisis que ha conllevado, se permitan esos precios? Hablando, claramente, del partido que se juega en Madrid, porque los precios del duelo de Manchester bien podrían entenderse. Definitivamente, hemos perdido la cabeza. ¿Cuánto bien haría ese dinero si se destinase a la formación de los jóvenes en el deporte base? 81.044 personas entran en el Santiago Bernabéu, y, si contamos una entrada media de 285 euros, nos sale que, sólo por 90 minutos de juego, se recaudarán más de 23 millones de euros. 23 millones de euros. Eso cambia, perfectamente, la salud deportiva del deporte base de un barrio entero en Madrid o de ciudades de pocos habitantes de la geografía española. Nos estamos volviendo locos con el fútbol. Y digo fútbol porque, en Europa, es el deporte rey, pero ni mucho menos tenemos que dejar de mirar a otros como el baloncesto o el tenis. Esta histeria colectiva debe de cesar. Hemos convertido a deportistas en personas de mayor importancia por delante de, por ejemplo, médicos, que velan por nuestra salud. ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo se permite? Lo más preocupante de todo es que esta opinión simplemente se queda en un murmullo en el grito de tanta gente a favor de esta realidad. Quizás sea el momento de recapacitar hacia dónde estamos yendo. Miramos la televisión, escuchamos que un jugador tiene un precio de 200 millones de euros, y asentimos y decimos que lo vale. ¿Cómo va a valer una persona semejante dinero? La sociedad está perdiendo la cabeza.

LA LÍNEA QUE NO DEBE TRASPASARSE EN EL DEPORTE

El puñetazo de Federico Valverde a Alejandro Baena tras el partido que disputaron Real Madrid Club de Fútbol y Villarreal Club de Fútbol ha dado la vuelta al mundo y ha generado un sinfín de comentarios y opiniones con cada información que salía. Si bien, al principio se contaba que la agresión estaba motivada por los lances de un partido intenso como el que habían disputado ambos equipos, horas después salía a la luz que Baena había proferido en un duelo anterior unas palabras hirientes a Valverde acerca de la salud de su hijo. Todo esto ha degenerado en un cruce de acusaciones, amenazas y denuncias a la Policía Nacional en un acto que, primero, no debería haber sucedido y, segundo, se ha ido de las manos por ambas partes. Vuelve a ponerse de manifiesto que el deporte se está radicalizando. La violencia no está justificada en ninguno de los casos, ni dentro de la práctica deportiva ni fuera de ella. La agresión de Federico Valverde a Alejandro Baena no debería haber sucedido, y, ni mucho menos, deberá seguir sucediendo en el deporte... Y no sólo en el fútbol. Podemos entrar en territorio moral y justificar al jugador del Real Madrid, apuntando a esas supuestas declaraciones sobre la posible muerte del hijo de Valverde, pero eso no libera al futbolista de la culpa. Todos queremos la violencia fuera del deporte. Y no sólo la violencia física. Desde que Valverde y su mujer, Mina Bonino, sacaron un comunicado señalando a Baena por esos comentarios fuera de tono como aliciente de la agresión, el jugador del Villarreal y su familia han sufrido el acoso en redes sociales de los seguidores del club madrileño. Algo que, claramente, también queremos fuera del deporte. El deporte se ha convertido en un circo, en un espectáculo mediático cada vez más similar al circo romano en el que público decreta si ha sido de su gusto o no la actuación de los deportistas. Y, por desgracia, la tendencia indica que el morbo, las agresiones y las faltas de respeto se han puesto a la orden del día. Esto lo tenemos que erradicar. No quiero yo decir que ese condimento picante no le quede bien al plato, pero, a día de hoy, hemos volcado el bote entero y se ha convertido la comida en algo prácticamente incomible.

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